
Se sospecha que el cristianismo, que dió su espíritu a la saga más fresca, la Njala, paradójicamente apresuró la decadencia de las sagas. La saga, como toda obra novelística, se alimenta de la riqueza y complejidad de los caracteres; la nueva fe acabó por vedarle esa contemplación desinteresada y le impuso un mundo dualista de virtuosos y de malvados, con penas para unos y con recompensas para otros. La saga decayó; se pobló de aventuras vertiginosas que, sin embargo, eran insípidas, porque no acontecían a gente real, sino a dechados de virtud o a monstruos de maldad. Esta polarización de los caracteres fatalmente conducía a una lucha entre el bien y el mal y a consabidas moralejas.
Ker habla con justas y sensibles palabras de "la gran escuela islandesa; la escuela que desapareció y no tuvo sucesor hasta que todos sus métodos fueron reinventados, independientemente, por los grandes novelistas, después de siglos de tanteo y de incertidumbre".
Como los hombres, los pueblos tienen su destino. Tener y perder es la común vicisitud de los pueblos. Estar a punto de tener todo y perderlo todo es el trágico destino alemán. Más extraño y más parecido a los sueños es el destino escandinavo. Para la historia universal, las guerras y los libros escandinavos son como si no hubieran sido; todo queda incomunicado y sin rastro, como si acontecieran en un sueño o en esas bolas de cristal que miran los videntes. En el siglo XII, los islandeses descubren la novela, el arte de Cervantes y de Flaubert, y ese descubrimiento es tan secreto y tan estéril, para el resto del mundo, como su descubrimiento de América.

0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home